Se cuenta que hace muchos años, una joven y hermosa mujer llegó a vivir a nuestras tierras con sus dos hijos llamando la atención de los residentes, quienes envidiosos de su porte altivo y belleza, envenenaban las mentes diciendo que la joven era una amante de lo oscuro, una bruja estudiosa de la magia negra como tantas mujeres que habitaban en el Cajón del Maipo, rumor infundado solo porque eligió vivir alejada de todos en un cerro que hoy comparte tanto su belleza característica como su nombre: La Isidora.
Lo cierto es que la pobre mujer se internó en lo alto del cerro a causa de la tristeza por la pérdida de su amado esposo, cuentan que antaño gustaba de cantarle a la luna, vivía plena y enamorada, para más adelante enloquecer luego de que un primo celoso del amor y la felicidad que los unía, decidió dar muerte al enamorado, para luego terminar con su desgraciada vida lanzándose al río con sus penas y sus culpas, dejando en soledad a la hermosa joven con sus dos pequeños.
Luego de encontrar la ansiada tranquilidad entre las silenciosas quebradas, las lluvias lavaron las penas y el viento se llevó con los años el dolor plasmado en los recuerdos, así es como Isidora sanó y sus hijos crecieron felices.
Cuando dejaron atrás su niñez junto a las memorias de una madre absorta en su tristeza, los jóvenes decidieron marchar en busca de fortuna y prosperidad, no sin antes fundirse en un eterno abrazo de despedida con quien les dio la vida, prometiéndose entre sollozos que si el atardecer los había destinado a separar sus caminos, sería el mismo atardecer quien los uniría una vez se cumplieran los propósitos, entonces ella iría con ellos a vivir al hermoso lugar con el que siempre soñaron y estarían juntos nuevamente, esta vez sería para siempre…
Las lágrimas de Isidora nacieron en sus ojos y corrieron por su rostro, aunque en esta ocasión no brotaban de tristeza, ahora era madre de dos hombres. Vio con orgullo como se alejaban con la luz del atardecer, conocerían el mundo para luego volver a buscarla, viviría plena compartiendo el amor infinito que rebosaba en su corazón, ella cuidaría con celo de madre a sus